Quiero pensar que el depositario ha dejado de ser ese gran desconocido en la industria de fondos. Los recientes retos asumidos de concentración del sector, incremento de la regulación y presión sobre los márgenes nos ha puesto, sin duda, en el mapa.
En paralelo, y con el impulso final que la pandemia ha provocado sobre el uso de nuevas tecnologías, es evidente que el negocio de la depositaría y toda la cadena de valor de la gestión de activos se ha incorporado definitivamente al tren de la digitalización.
Tanto los retos indicados como esta clara apuesta por la digitalización están reconfigurando las estrategias de los depositarios. Por un lado, estrategias que nos permitan ganar eficiencias y escala. Pero también iniciativas que nos permitan ser un actor cada vez más relevante y aportar más valor añadido a nuestros clientes, superando el rol normativo.
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